Los jóvenes ávidos de rock independiente tienen en este festival su gran cita. El sábado fue el segundo día de su décima edición, en ese infierno que es el Centro Cultural Zaguán Sur. Un infierno hecho de calor, melodías de diversas bandas --Fantasmagoria, Los Reyes del Falsete, Javi Punga y su Conjunto Musical, La Ola que Quería ser Chau y SUB--, y mucha, pero mucha cerveza.
Por Juan Castiglione
Fotografía gentileza de Festipulenta
Buenos Aires, mayo 31 (Agencia NAN - 2011).- “Bienvenidos al tren, súbanse y disfruten”, brama áridamente Luis, bajista de Javi Punga y su Conjunto Musical. Mientras, da una pitada a su cigarrillo, el cual queda, hasta consumirse, suspendido entre sus labios. Hace sonar su precision bass cual campana de estación, y el sonido comienza a cabalgar como una locomotora diesel alimentada a base de fernet bien cargado. Los afortunados pasajeros de este viaje mágico y (ya no) misterioso fueron los jóvenes ávidos de rock independiente, alcohol y drogas blandas que se aglomeraron, como si fuera un tetris humano, en el Centro Cultural Zaguán Sur, en lo que fue el segundo día de la décima edición del festival “nacional y popular” del under: el Festipulenta.
El festival comenzó pasadas las 22.30 cuando subió al escenario la primera banda de la jornada, SUB. La agrupación de zona sur, al mando de José Noisé en guitarra, es un homenaje al significado más puro y menos peyorativo, del término “indie”. Eternos adolescentes de más de treinta años dibujando sonidos distorsionados, haciendo culto al movimiento alternativo de bandas como Pavement, Yo La Tengo y hasta el shoegaze de los irlandeses My Bloody Valentine y el noise de los inolvidables Jesus and Mary Chain. Son todas influencias que confluyen en el conjunto de Remedios De Escalada, que no pretende cambiar el mapa musical ni mucho menos. Sí revivir por un rato los lejanos noventa --en los que ser underground significaba una declaración de principios y no “La” pose de moda--, a través de temas como “Desaparecer”, “Yo que vos” o “Toco la bata”.
Adolescentes haciendo sus primeras armas en el fino arte del pogo y los excesos alucinógenos, fueron el público destacado en la presentación de La Ola Que Quería Ser Chau (LOQQSC), segunda banda de la noche. A la presencia permanente de Migue en guitarra principal y voz, y Ro Marques en bajo y coros, se suman las recientes incorporaciones del ex Lache Santi Nerone, en segunda guitarra, y Feche, en batería. Éste cambio de formación repercutió en un sonido más pulido, algo que podría definirse como un “caos bajo control”. LOQQSC suena más compacto y efectivo, pero esta prolijidad trae consigo la perdida de cierta frescura pasada. Aún así su combo de canciones pintadas de lo-fi, feedback y delays espaciales, completadas con letras que recorren de manera transversal el imaginario de la generación “Y2K”, como lo es Gokú y el planeta namek a punto de estallar; canciones de amores/desamores como “Gustan de vos todos mis amigos”, “Cariñito”, “Ey bonita!”; y exclamaciones viscerales plasmadas en títulos como “Te voy a matar”, conforman un placebo efectivo para calmar las ansias de rock de una nueva generación de (algunos no tan) pequeños rockeros a ilustrarse.
Los intervalos entre banda y banda cumplen una doble función: una es ir al baño, debido a la ingesta continua de cerveza de alrededor del 90 por ciento de los asistentes, y la otra, tomar un poco de aire sobre la calle Moreno, en pleno corazón de Once. Sentados en el cordón de la vereda, o en cualquier escalón que se encuentre, la mayoría aprovecha para descansar las piernas, charlar de cotidianidades sin tener que gritar para superar los decibeles que escupen los parlantes y, sobre todo, escapar del inferno que es, con su capacidad colmada, Zaguán Sur. “El calor que hace ahí adentro es insoportable”, exclama, a modo de queja, Julieta, que vino desde Quilmes a ver a las bandas. Del sudor al frío glacial de la madrugada de mayo, y unos minutos después, de nuevo a sudar. Así en cada intervalo. En algún lugar del globo, los fabricantes de analgésicos antifebriles sonríen de manera socarrona.
Pero el intervalo termina, y la marea humana se vuelve a estrujar delante del escenario para presenciar el show de Javi Punga y su Conjunto Musical. Al comando del platense Javi Punga, la propuesta del grupo --que también conforma el ya nombrado Luis--, apunta al optimismo, al amor fugaz y no tan fugaz, a las historias que deambulan entre la parsimonia de un sábado por la tarde y la angustia de un domingo por la noche. En el plano instrumental, el sonido forma parte del árbol genealógico de la generación de bandas platenses post-Cromañón, lánguidas guitarras rítmicas, melodías circulares, estribillos coreables y actitud por demás despojada. Todo esto en un set de alrededor de 45 minutos, durante el cual desfilaron temas como “Johnny Imagine”, “Asalto comando”, “Cecilia Brediche”, “Ahora soy vegetariano” y algunos de los temas que conforman su última y triple producción, “El árbol de la vida”.
Pasa Javi Punga y, a las 2 de la mañana, llega finalmente uno de los platos fuertes de la noche: Los Reyes Del falsete. Nicolás y Tomás Corley junto a Juan Cianfagna --mejor conocidos como Nica, Tifa y Juanchy Munchy-- los créditos del nuevo “Adrogué Sound”, repitieron su ya exitosa fórmula de melodías directas, potencia por momentos proto punk, y una prosa bohemia y despreocupada. La legión de seguidores no encontró mayores sorpresas en su repertorio, el cual hace tiempo permanece constante y en el que la oda a la promiscuidad juvenil de “Mi chica”, la ¿apología fumona? de “El gran cohete”, y los mitos urbanos de “Yabrán” ya no sorprenden como antaño. No obstante, permanecen todavía frescos y se han convertido en pequeños clásicos en la efímera carrera del trío. A su vez, la mayor novedad tal vez haya sido la inclusión de temas que suelen quedar generalmente fuera del set list, como “Ida y vuelta (a plaza)” y “El telefonista loco”. Un set, en definitiva, ya habitual, que se vio opacado por un volumen ensordecedor, acoples y desfasajes en el tempo de algunos temas, tal vez producto de éstas deficiencias en el plano sonoro, pero que no opacan la propuesta de los inefables Falsetes.
Y finalmente, llegó la última banda de la noche, Fantasmagoria. Acompañada por la merma de un público que se retiraba ya abatido por el trajín de presenciar las performances de cinco bandas en continuado, la presentación de Gori y los suyos fue, a pesar de esto, la más sólida de la jornada. Repasando temas de su breve pero fructífera discografía, y haciendo hincapié especialmente en su última producción, El río, el cuarteto que conforman Gori en voz y guitarra, Ignacio en batería, Juani en bajo y Volco en teclados y coros se despachó en un set contundente y homogéneo. Todo esto acoplado en un sonido que remite al Marc Bolan de la era pre Tony Visconti, resabios del folk argentino de finales de los sesenta y principio de los setentas, y un formato de canción que, a primera vista, luce apto para todos los paladares. Bises y hasta un cóver de Pappo fueron algunos de los condimentos que aderezaron el plato fuerte de la jornada.
El telón se baja cuando el reloj araña las 4 de la madrugada, y el éxodo se produce en cuestión de segundos. Ya no queda nadie en Zaguán. Ana, que tiene que viajar hasta Belgrano, pregunta “¿sabés por dónde pasa el 151?”. Rocío reformula la pregunta, pero ésta vez, preguntando por el 71. El viaje de Luis, el bajista histriónico, llegó a su final. Pero ahora empieza otro, al módico precio de un peso con veinticinco centavos. Lástima que no sea ni mágico ni misterioso.
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