A ocho años de Flopa/Manza/Minimal, la cantante y compositora habló con Agencia NAN sobre el trabajo que acaba de presentar en dúo con Minimal, y adelanta que Reducción de daños es nada más que un puntapié inicial.
Por Juan Castiglione
Buenos Aires, septiembre 23 (Agencia NAN-2011).- El bullicio metropolitano de la interminable Rivadavia contrasta con el silencio y la tranquilidad del departamento de Florencia Lestani. Once pisos arriba el atardecer que a la vera de la avenida confluía en un mar de bolsas de compras, bocinas, semáforos y miradas vacías, es calmo y casi otoñal. Ya no hay carteles de ofertas, sino un gigantesco poster de The Who que decora el rudimentario home studio armado en una de las habitaciones del apartamento. Son las 18 del sábado, y los últimos albores de la tarde entran sin pedir permiso por la ventana. Flopa toma un sorbo de mate y se balancea sobre la silla. Libros y discos distribuidos por el cuarto parecen ser la decoración acorde a una artista que parece pensar la música y la literatura de una misma manera.
--¿Nunca fantaseaste con la idea de sacar un libro?
--(Piensa) En el ‘97 hice una recopilación de unos poemas que tenía, se los regalé a unos amigos y ya. Pero no, nunca me pareció bueno como para mostrárselo a nadie más que a mis amigos.
--Es decir que sentís la poesía más ligada a la música...
--Es que, ¿qué es la poesía? Me parece que tiene que ver con expresiones poéticas. Las letras de las canciones te permiten cosas que la poesía no te permite, como venir cantando una frase, y la melodía hace que puedas cortarla donde quieras. Te permite hablar coloquialmente o hablar en rima consonante como Calamaro (ríe) y todo va a depender de como estés acompañando con la melodía. La poesía en sí misma es la musicalidad que tiene, porque te lleva el ritmo mismo de la palabra, los espacios y los tiempos con los que vos la leés. Ya que tampoco es lo mismo cuando vos leés la poesía para tus adentros que cuando la decís. Cuando vos decís es otra cosa que cuando pensás.
--¿Cuando escribís, pensás en un ritmo que luego pasa a la música?
--En general sí. Mi formulita inicial es un machaque de (tararea) “papá-papá-papá”. También tengo un montón de temas que son parecidos justamente por eso. Porque es el carril por donde sale. Después te encontrás otras cosas por el camino y vas probando a propósito. Yo tengo un germen del que después se desarrolla todo. Haciendo letras con (Ariel) Minimal nos morimos de risa. Hay momentos en los que yo le digo: “se me ocurre algo pero me da vergüenza decírtelo. Una frase hecha, totalmente hecha”. Pero después la cantas, viene con la melodía y la mandas atrás de dos o tres frases. Y después la escuchas y pensás “¿cómo se me ocurrió esto?” Porque estás tirando fruta, es otra manera de hacer las cosas, del súper filtro y el enfocar y querer decir algo, a hacerlo en automático, sin filtrar, y sale también.
El año 2003 encontraba a Lestani junto a Minimal y Mariano (Manza) Esain grabando un disco que, casi sin proponérselo, se convertiría en uno de los trabajos más celebrados de la década pasada. Flopa/Manza/Minimal nació en un hiato entre el infame post-cacerolazo y la tragedia de Cromañón. “Nos conocimos con la excusa de una canción mía que había escuchado Ariel. Manza lo había convocado para hacer unas fechas de guitarras. Fue todo muy azaroso, antes de Cromañón, en 2002. Yo ya los conocía de haberlos visto con sus bandas, con Pez, Menos que Cero… nos teníamos de vista del medio. Para mí fue mágico el día en que, sin saber nada, Ariel me dejó un mensaje en el contestador diciéndome que se habían juntado con Manza, que habían escuchado un disco con unas grabaciones mías que le había pasado un amigo y que querían hacer el tema ‘Sonajeros’. Y que lo iban a tocar ese mismo sábado. Me dijeron que si quería tocar con ellos estaba invitada. Cuando llegué estaban probando sonido, nunca nos habíamos juntado antes, pero ellos habían sacado la canción, se habían juntado y habían hecho unas armonías en las voces y lo que quedó grabado fue la primera vez que lo escuché, que me dijeron ‘un dos tres’ y el tema salió andando. Como que a partir de ahí nos dimos cuenta de que teníamos una química, de que podíamos por lo menos hacer la performance de los temas. Después se hizo difícil ajustar los tiempos de cada uno”, reflexiona Flopa, y agrega “Ariel estaba a full con Pez y con otros proyectos, recién terminaba de tocar con los Cadillac, y estaba tocando con Lito Nebbia. Manza labura como productor y estaba a full con eso. Además, entre ellos dos hay una relación familiar de amor y odio, hay amor pero bueno...no pueden estar juntos mucho tiempo (ríe): uno dice blanco y el otro dice negro, tienen como choques estéticos, pero bueno, son dos genios. En ese momento se alinearon los planetas. Después siempre estuvo la idea de que en algún momento lo íbamos a volver a hacer.” Y volvieron. Esta vez Flopa y Minimal a dúo, con cuatro temas que conforman el EP Reducción de daños, grabado en una sola jornada, en los estudios TNT.
--A ocho años de Flopa/Manza/Minimal, ¿cómo se da ésta colaboración, ya no en trío sino en dúo?
--Más que un volver es un seguir, ir para adelante, un poco más allá. La idea era seguir, redoblar la apuesta y empezar a componer juntos. Manza, en cambio, necesita pensar las cosas, cranearlas, le cuesta largar todo espontáneamente. Entonces cuando dijo que no tenía tiempo para embarcarse nuevamente en el proyecto, le dije “cuando tengas tiempo lo haremos los tres, así que seguimos para adelante y nos juntamos con Ariel y estamos haciendo los ‘chicles’ estos”. Para mi es sorprendente. No sabía que podía hacer canciones así.
--Es decir que el EP sería una primera etapa.
--Claro, tenemos la idea de hacer más. Fue todo como una prueba también, volvernos a juntar a hacer canciones y ver qué pasa. Cuando nos dimos cuenta de que en tres semanas teníamos cuatro canciones después de juntarnos una vez por semana, empezamos a encontrarle el gustito. Después no sé si vamos a repetir esa fórmula o vamos a ir probando otras cosas. Cuando grabamos el EP, en una sola noche en la sala de Pez, terminamos, le agregamos un solo, una pandereta y nada más. Teníamos el bajo, la batería y pensábamos “ya fue, vamos a ponerle de todo”, había que enchufar y grabar nada más. Pero lo tomamos como dogma y dijimos “no, hagámoslo así, como un esqueleto”. Si con eso se sostiene, el tema después resiste cualquier cosa. Tenemos la idea también de hacer dos versiones de los temas para que quede la acústica y después otra. Por ejemplo, hay algunas canciones que las estamos cantando y me las imagino con vientos, timbales (ríe) y por ahí lo podemos hacer también. En vivo vamos a seguir tocando con las guitarras, pero a la hora de grabar, ¿por qué no? Es más lúdico. No es nada serio, de hecho a los temas los llamamos “chicles”: pegadizos, cortitos, aparentemente superficiales. Hay veces en la que escribimos cualquier pelotudez, después las escuchamos y decimos “ah, mirá, algo me dice”.
--¿Todo esto termina aportándole al disco un carácter más urgente?
--Tiene una inmediatez tal que no tenía sentido editarlo como simple. Primero, porque no tenemos la plata y no sé si tiene sentido hacer un simple. Segundo, no hay cultura acá de eso, no hay mercado, no hay industria como para hacer un simple y venderte un disco de cuatro temas. Porque con lo que te sale hacer un CD, para eso le meto doce temas, no cuatro. El estudio hay que pagarlo, el arte del disco hay que pagarlo. O sea, todo se paga.
--Al ser dos, ¿cambió la dinámica con respecto al trío?
--Es otra energía, una dinámica diferente. Es todo mucho más inmediato, hay más complicidad porque no estamos tan agarrados de algo que ya es así, de un tema que ya vino hecho. Como lo hicimos juntos y lo vamos cambiando en el momento, de una semana a la otra, decimos “no, esta palabra no cierra; tenés razón vamos con la otra”… Los temas los estamos haciendo todo el tiempo. Empezamos con esto de los ciclos los jueves a tocar canciones que todavía no están definidas. Es que, en realidad, hasta que no grabás, la canción va y viene. Le cortas el final, se lo alargás, probas una cosa, probas otra. Entonces tenemos una libertad en eso. Cuando éramos tres, estábamos mas agarrados, incluso vocalmente. Para meter tres voces te tenés que ordenar, ¡sino es un quilombo! (ríe).
--En el EP las voces por momentos parecen una sola...
--Es que con Ariel tenemos un timbre bastante similar. Nos damos cuenta también cuando tiramos ideas y cosas, que cada uno tiene un fraseo particular, sus formas de hacer las cosas. Obviamente que no es lo mismo, porque falta Manza, que tiene su manera particular de cantar, con su voz, con su color, sus temas, sus composiciones, es otra cosa distinta.
--Con Flopa/Manza/Minimal, explota, en consonancia con Cromañón, la movida del acusticazo, ¿cómo surge todo eso?
--Yo estaba en eso de lo acústico. Yo venía del '99, 2000, que dejé de tocar en barro, y agarré la criolla porque no quería tocar más. Entonces sentí que la cosa se armó para el lado de donde yo estaba.
--¿Pensaste en volver a esa etapa, más hardcore, más rockera?
--Tengo muchas ganas. Lo que me traba un poco ahora es el tema del canto. Tengo que aprender a cantar de nuevo para cantar a otro volumen. Siento que aprendí a cantar a un volumen acústico, y eso después llevarlo a una banda de rock es complicado. Me pasa a veces cuando canto con Pez, que el tema suena buenísimo pero yo siento que la voz se queda atrás. Es otro aprendizaje, pero sí, siempre me agarran ganas. Es más, ahora que todo el mundo está con la guitarrita acústica, me pudrí de tocarla, ya fue (ríe). Lo de guitarrita es cariñoso.
--Cuando pasaste del rock a lo acústico, ¿qué cosas encontraste que no le estaba dando el otro formato?--Primero, que me permitía estar yo sola con la guitarra y no tener que andar lidiando con nadie más que conmigo. En ese momento me costaba tener una banda en la espalda, de tres chabones así de grandes (levanta los brazos), en un punto también me costaba eso... hay que llevar una banda, o sea si no es un grupo donde están todos poniendo por igual, te la tenés que cargar y la tenés que llevar adelante. Yo no estaba para eso, sentía que no me gustaba lo que estaba haciendo. Me gustaban las canciones, pero en un momento llegué a pensar en llamar a otro cantante. Hacer yo las canciones, tocar la guitarra y que viniera otro y cantara, porque no me sentía cómoda. Fue entonces cuando me di cuenta que al bajar los decibeles encontré la expresión.
La tarde quedó atrás y su lugar es ocupado por la noche. Abajo, las luces de Rivadavia forman una serpiente que se mueve incesante hacia el Este y el Oeste. Lestani en cambio y, parafraseando a Serrat, hace camino al andar. No hay Este y Oeste. Es la música como un viaje, sin boleto de retorno, sin ataduras y, sobre todo, mirando por la ventana y disfrutando del recorrido.
Por Juan Castiglione
Buenos Aires, septiembre 23 (Agencia NAN-2011).- El bullicio metropolitano de la interminable Rivadavia contrasta con el silencio y la tranquilidad del departamento de Florencia Lestani. Once pisos arriba el atardecer que a la vera de la avenida confluía en un mar de bolsas de compras, bocinas, semáforos y miradas vacías, es calmo y casi otoñal. Ya no hay carteles de ofertas, sino un gigantesco poster de The Who que decora el rudimentario home studio armado en una de las habitaciones del apartamento. Son las 18 del sábado, y los últimos albores de la tarde entran sin pedir permiso por la ventana. Flopa toma un sorbo de mate y se balancea sobre la silla. Libros y discos distribuidos por el cuarto parecen ser la decoración acorde a una artista que parece pensar la música y la literatura de una misma manera.
--¿Nunca fantaseaste con la idea de sacar un libro?
--(Piensa) En el ‘97 hice una recopilación de unos poemas que tenía, se los regalé a unos amigos y ya. Pero no, nunca me pareció bueno como para mostrárselo a nadie más que a mis amigos.
--Es decir que sentís la poesía más ligada a la música...
--Es que, ¿qué es la poesía? Me parece que tiene que ver con expresiones poéticas. Las letras de las canciones te permiten cosas que la poesía no te permite, como venir cantando una frase, y la melodía hace que puedas cortarla donde quieras. Te permite hablar coloquialmente o hablar en rima consonante como Calamaro (ríe) y todo va a depender de como estés acompañando con la melodía. La poesía en sí misma es la musicalidad que tiene, porque te lleva el ritmo mismo de la palabra, los espacios y los tiempos con los que vos la leés. Ya que tampoco es lo mismo cuando vos leés la poesía para tus adentros que cuando la decís. Cuando vos decís es otra cosa que cuando pensás.
--¿Cuando escribís, pensás en un ritmo que luego pasa a la música?
--En general sí. Mi formulita inicial es un machaque de (tararea) “papá-papá-papá”. También tengo un montón de temas que son parecidos justamente por eso. Porque es el carril por donde sale. Después te encontrás otras cosas por el camino y vas probando a propósito. Yo tengo un germen del que después se desarrolla todo. Haciendo letras con (Ariel) Minimal nos morimos de risa. Hay momentos en los que yo le digo: “se me ocurre algo pero me da vergüenza decírtelo. Una frase hecha, totalmente hecha”. Pero después la cantas, viene con la melodía y la mandas atrás de dos o tres frases. Y después la escuchas y pensás “¿cómo se me ocurrió esto?” Porque estás tirando fruta, es otra manera de hacer las cosas, del súper filtro y el enfocar y querer decir algo, a hacerlo en automático, sin filtrar, y sale también.
El año 2003 encontraba a Lestani junto a Minimal y Mariano (Manza) Esain grabando un disco que, casi sin proponérselo, se convertiría en uno de los trabajos más celebrados de la década pasada. Flopa/Manza/Minimal nació en un hiato entre el infame post-cacerolazo y la tragedia de Cromañón. “Nos conocimos con la excusa de una canción mía que había escuchado Ariel. Manza lo había convocado para hacer unas fechas de guitarras. Fue todo muy azaroso, antes de Cromañón, en 2002. Yo ya los conocía de haberlos visto con sus bandas, con Pez, Menos que Cero… nos teníamos de vista del medio. Para mí fue mágico el día en que, sin saber nada, Ariel me dejó un mensaje en el contestador diciéndome que se habían juntado con Manza, que habían escuchado un disco con unas grabaciones mías que le había pasado un amigo y que querían hacer el tema ‘Sonajeros’. Y que lo iban a tocar ese mismo sábado. Me dijeron que si quería tocar con ellos estaba invitada. Cuando llegué estaban probando sonido, nunca nos habíamos juntado antes, pero ellos habían sacado la canción, se habían juntado y habían hecho unas armonías en las voces y lo que quedó grabado fue la primera vez que lo escuché, que me dijeron ‘un dos tres’ y el tema salió andando. Como que a partir de ahí nos dimos cuenta de que teníamos una química, de que podíamos por lo menos hacer la performance de los temas. Después se hizo difícil ajustar los tiempos de cada uno”, reflexiona Flopa, y agrega “Ariel estaba a full con Pez y con otros proyectos, recién terminaba de tocar con los Cadillac, y estaba tocando con Lito Nebbia. Manza labura como productor y estaba a full con eso. Además, entre ellos dos hay una relación familiar de amor y odio, hay amor pero bueno...no pueden estar juntos mucho tiempo (ríe): uno dice blanco y el otro dice negro, tienen como choques estéticos, pero bueno, son dos genios. En ese momento se alinearon los planetas. Después siempre estuvo la idea de que en algún momento lo íbamos a volver a hacer.” Y volvieron. Esta vez Flopa y Minimal a dúo, con cuatro temas que conforman el EP Reducción de daños, grabado en una sola jornada, en los estudios TNT.
--A ocho años de Flopa/Manza/Minimal, ¿cómo se da ésta colaboración, ya no en trío sino en dúo?
--Más que un volver es un seguir, ir para adelante, un poco más allá. La idea era seguir, redoblar la apuesta y empezar a componer juntos. Manza, en cambio, necesita pensar las cosas, cranearlas, le cuesta largar todo espontáneamente. Entonces cuando dijo que no tenía tiempo para embarcarse nuevamente en el proyecto, le dije “cuando tengas tiempo lo haremos los tres, así que seguimos para adelante y nos juntamos con Ariel y estamos haciendo los ‘chicles’ estos”. Para mi es sorprendente. No sabía que podía hacer canciones así.
--Es decir que el EP sería una primera etapa.
--Claro, tenemos la idea de hacer más. Fue todo como una prueba también, volvernos a juntar a hacer canciones y ver qué pasa. Cuando nos dimos cuenta de que en tres semanas teníamos cuatro canciones después de juntarnos una vez por semana, empezamos a encontrarle el gustito. Después no sé si vamos a repetir esa fórmula o vamos a ir probando otras cosas. Cuando grabamos el EP, en una sola noche en la sala de Pez, terminamos, le agregamos un solo, una pandereta y nada más. Teníamos el bajo, la batería y pensábamos “ya fue, vamos a ponerle de todo”, había que enchufar y grabar nada más. Pero lo tomamos como dogma y dijimos “no, hagámoslo así, como un esqueleto”. Si con eso se sostiene, el tema después resiste cualquier cosa. Tenemos la idea también de hacer dos versiones de los temas para que quede la acústica y después otra. Por ejemplo, hay algunas canciones que las estamos cantando y me las imagino con vientos, timbales (ríe) y por ahí lo podemos hacer también. En vivo vamos a seguir tocando con las guitarras, pero a la hora de grabar, ¿por qué no? Es más lúdico. No es nada serio, de hecho a los temas los llamamos “chicles”: pegadizos, cortitos, aparentemente superficiales. Hay veces en la que escribimos cualquier pelotudez, después las escuchamos y decimos “ah, mirá, algo me dice”.
--¿Todo esto termina aportándole al disco un carácter más urgente?
--Tiene una inmediatez tal que no tenía sentido editarlo como simple. Primero, porque no tenemos la plata y no sé si tiene sentido hacer un simple. Segundo, no hay cultura acá de eso, no hay mercado, no hay industria como para hacer un simple y venderte un disco de cuatro temas. Porque con lo que te sale hacer un CD, para eso le meto doce temas, no cuatro. El estudio hay que pagarlo, el arte del disco hay que pagarlo. O sea, todo se paga.
--Al ser dos, ¿cambió la dinámica con respecto al trío?
--Es otra energía, una dinámica diferente. Es todo mucho más inmediato, hay más complicidad porque no estamos tan agarrados de algo que ya es así, de un tema que ya vino hecho. Como lo hicimos juntos y lo vamos cambiando en el momento, de una semana a la otra, decimos “no, esta palabra no cierra; tenés razón vamos con la otra”… Los temas los estamos haciendo todo el tiempo. Empezamos con esto de los ciclos los jueves a tocar canciones que todavía no están definidas. Es que, en realidad, hasta que no grabás, la canción va y viene. Le cortas el final, se lo alargás, probas una cosa, probas otra. Entonces tenemos una libertad en eso. Cuando éramos tres, estábamos mas agarrados, incluso vocalmente. Para meter tres voces te tenés que ordenar, ¡sino es un quilombo! (ríe).
--En el EP las voces por momentos parecen una sola...
--Es que con Ariel tenemos un timbre bastante similar. Nos damos cuenta también cuando tiramos ideas y cosas, que cada uno tiene un fraseo particular, sus formas de hacer las cosas. Obviamente que no es lo mismo, porque falta Manza, que tiene su manera particular de cantar, con su voz, con su color, sus temas, sus composiciones, es otra cosa distinta.
--Con Flopa/Manza/Minimal, explota, en consonancia con Cromañón, la movida del acusticazo, ¿cómo surge todo eso?
--Yo estaba en eso de lo acústico. Yo venía del '99, 2000, que dejé de tocar en barro, y agarré la criolla porque no quería tocar más. Entonces sentí que la cosa se armó para el lado de donde yo estaba.
--¿Pensaste en volver a esa etapa, más hardcore, más rockera?
--Tengo muchas ganas. Lo que me traba un poco ahora es el tema del canto. Tengo que aprender a cantar de nuevo para cantar a otro volumen. Siento que aprendí a cantar a un volumen acústico, y eso después llevarlo a una banda de rock es complicado. Me pasa a veces cuando canto con Pez, que el tema suena buenísimo pero yo siento que la voz se queda atrás. Es otro aprendizaje, pero sí, siempre me agarran ganas. Es más, ahora que todo el mundo está con la guitarrita acústica, me pudrí de tocarla, ya fue (ríe). Lo de guitarrita es cariñoso.
--Cuando pasaste del rock a lo acústico, ¿qué cosas encontraste que no le estaba dando el otro formato?--Primero, que me permitía estar yo sola con la guitarra y no tener que andar lidiando con nadie más que conmigo. En ese momento me costaba tener una banda en la espalda, de tres chabones así de grandes (levanta los brazos), en un punto también me costaba eso... hay que llevar una banda, o sea si no es un grupo donde están todos poniendo por igual, te la tenés que cargar y la tenés que llevar adelante. Yo no estaba para eso, sentía que no me gustaba lo que estaba haciendo. Me gustaban las canciones, pero en un momento llegué a pensar en llamar a otro cantante. Hacer yo las canciones, tocar la guitarra y que viniera otro y cantara, porque no me sentía cómoda. Fue entonces cuando me di cuenta que al bajar los decibeles encontré la expresión.
La tarde quedó atrás y su lugar es ocupado por la noche. Abajo, las luces de Rivadavia forman una serpiente que se mueve incesante hacia el Este y el Oeste. Lestani en cambio y, parafraseando a Serrat, hace camino al andar. No hay Este y Oeste. Es la música como un viaje, sin boleto de retorno, sin ataduras y, sobre todo, mirando por la ventana y disfrutando del recorrido.
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