lunes, 6 de junio de 2011

Treinta mil libros de viaje literario

El recorrido por la última creación de Marta Minujin, la Torre de Babel de Libros, genera en su público un desconcierto relacionado más con las expectativas incumplidas, que con el impacto de una obra que no está a la altura de producciones pasadas de la artista plástica.

Por Juan Castiglione

En el marco de las actividades realizadas para celebrar la distinción de la ciudad de Buenos Aires como Capital Mundial del Libro 2011, desde el 12 de mayo, y hasta el 27 de junio, se encuentra abierta al publico la última creación de la artista plástica Marta Minujín. La obra, realizada en conjunto con el Ministerio de Cultura del GCBA, está conformada por una estructura metálica de forma cónica, de aproximadamente veinticinco metros de alto, por quince de diametro en su base, recubierta por 30.000 libros, 26.000 de ellos donados por más de 50 embajadas, asociaciones y delegaciones, a su vez, 4.000 libros fueron donados por particulares.


La obra de Minujín, que tiene su antecedente en el “Partenón de Libros” del año 1983, intenta ser, según el folleto que se le entrega a cada visitante al comienzo de la visita guiada, “una obra de arte en proceso y de participación masiva, una intervención efímera .” y su significado implica “La convivencia en un mismo espacio entre lo diverso y lo particular”, “La posibilidad de construcción de lo colectivo desde lo singular” y “La gran metáfora de lo que sucede día a día en nuestra ciudad dónde conviven diversas colectividades que hacen a la identidad de Buenos Aires”.


Ahora bien, en la práctica, la recorrida guiada hacia el centro de la torre literaria, dista bastante de lo que reza el folleto. Para poder ingresar hay dos opciones, o acreditarse por internet, o dirigirse directamente a plaza San Martín y esperar a que haya vacantes libres en alguna de las visitas que se suceden cada 20 minutos. En la fila para el ingreso se encuentra Mario, cadete de algunas de las tantas empresas que se encuentran en el microcentro. No tiene mucho conocimiento sobre la obra de Marta Minujin, y confieza que sólo está ahí “porque tenía un rato libre y pasé a ver de que se trataba”. La fila se completa con aproximadamente 15 personas más, entre jovenes, extranjeros y algunas familias con sus hijos.


La valla se abre, y Matías, el guía asignado al no muy numeroso grupo, indica que ahora hay que caminar por la rampa para dirigirse al primer nivel de la torre. Allí, un video que se proyecta en las 3 pantallas que se encuentran instaladas muestra el proceso de construcción de la obra de Minujín. A un costado, resguardada en un cubo de vidrio, se encuentra la maqueta realizada por la artista. Matías se limita a comentar lo mismo que detalla el folleto entregado. Invita al grupo a recorrer el lugar, antes de subir al siguiente nivel. A primera vista, la estructura no causa un impacto importante. Los libros, suspendidos en la estructura, remiten más a una librería de usados en la Avenida Corrientes, que a una obra de arte per se. Publicaciones en todos los idiomas, se pueden ver desde libros infantiles en algún idioma nórdico, hasta policiales negros escritos en ruso. La ausencia de autores de renombre en los títulos es llamativa. En una rapida recorrida, el único nombre que se destaca en la gran pared de libros que recubre el primer nivel de la torre, es el de Tom Wolfe, con una edición de tapa dura digna de la enciclopedia británica, de su novela “A man in full”. El decorado se completa con la exhibición de algunos dispositivos lectores de e-books.


El segundo nivel es seguido de largo, y así se llega hasta el tercer(y último, ya que el cuarto no está habilitado al público) nivel, el cual no presenta mayores novedades. Matías se limita a repetir “agarrense de las barandas cuando suban las escaleras” y “si quieren sacarse una foto, avisenme que yo se las saco”. Los libros se encuentran alojados en bolsas para preservarlos de las inclemencias del tiempo, aún así algunos de ellos presentan rastros de humedad, producto de alguna filtración. Cabe mencionar que estos libros, una vez terminada la intervención artística, pasarán a formar parte de la “Primera Biblioteca Multilingüe” de la ciudad, que se encontrará en Avenida Cordoba “al 1500, por ahí, no sabemos la dirección exacta”, según las palabras de Matías. Los visitantes de la torre se reparten en distintas actividades, algunos contemplan las obras que se exhiben en silencio, otros capturan instantaneas desde sus celulares, otro aprovechan la vista que se tiene desde esa altura para admirar la panorámica de plaza San Martín y la torre de los ingleses y el Edificio Kavangh asomandose por encima de los arboles.


Mara, quien vino a la torre con sus padres, Agustín y Gabriela, pregunta si uno puede llevarse los libros. Un grupo de turistas extranjeros dialoga a un costado. Y un grupo de jovenes, tal vez aburrido, tal vez apurado, emprende el regreso hacia el primer nivel. La visita al tercer nivel dura menos de dos minutos, dentro de una recorrida total que arañará los 10 minutos en total. Matías nos indica que ya es hora de bajar. Todos se retiran rapidamente, caminando con cuidado por las endebles escaleras que conducen hacia la salida. Algunos aprovechan para recorrer rapidamente el segundo nivel, el cual fue omitido en la subida. Tampoco encuentran demasiadas sorpresas. Libros y más libros, de turismo, de economía, de idiomas, de cualquier idioma. Algunas viejas ediciones de libros nacionales de autores en su mayoría ignotos (los libros donados por particulares parecen ser producto más de querer hacer lugar en la biblioteca, que de contribuir a la instalación con alguna obra de relevancia).


De vuelta en el primer nivel, Matías indica la salida. Afuera, otro grupo espera para ingresar. Algunos sacan las últimas fotografías. La sensación general es que el cometido de la obra no logró sacudir los sentidos de ninguno de los efímeros visitantes. Veronica, quien acaba de salir, exclama “pensaba que iba a ser distinto, pero duro muy poco, y son solo libros colgando”. Una sensación que, seguramente, se repita en los que visiten, hasta fin de junio, la obra de Marta Minujín. Una Minujín que en el pasado supo sorprender con instalaciones como “El obelisco de pan dulce”, o la “torre de pan de Joyce”, que fuera emplazada en la mismísima Dublín, cuna del autor de “Ulises”.

Son solo libros, 30.000 para ser más exactos, suspendidos en una estructura de acero de 25 metros de alto. 30.000 libros que se encuentran en bolsas y no pueden ojearse, ni siquiera tocarse. La indiferencia del público con la obra, una vez retirados, tal vez sea la mayor prueba de lo que dijo Veronica: “Pensé que iba a ser distinto”.

Ultima noche en la rave de los mirlos




La noche del sábado 4 de junio no solo ofició de despedida de los platenses Soundblazter (acompañados además por Marmol R), si no también, como el cierre de una etapa del rock independiente post-cromagnon, más interesado por reformular y resignificar esquemas, que por acostarse con las nenas (y nenes) de turno.

Por Juan Castiglione


Las despedidas suelen ser agridulces. Y más si son definitivas. Ahora, la sensación cuando la despedida es la de una banda que, a priori, todavía tenía hilo en el carretel es de "¡La puta madre, dejense de joder y sigan tocando!". Soundblazter ofreció, en lo que fue su último show, un epitafio demoledor, antológico y hasta lacrimógeno, digno de una banda demoledora, antológica y volátil, de las cuales, pasa el tiempo y van quedando cada vez más pocas.

El escenario elegido fue la catedral del underground granbonaerense, ese reducto hostil y fascinante, sectario y paria que es El Tío Bizarro. El equipo que completo esta especie de "partido despedida" fue el, tal vez, secreto mejor guardado del adrogue sound: Marmol R. El servicio meteorológico del rock anticipaba para la jornada "probabilidad de palmas, house, hip hop y nubes de humo; mejorando hacía el amanecer con la llegada de adrenalina, pogo y ocasional marea de moshpit".

El preámbulo fue la ¿presentación?¿el set?¿la performance?¿el happening? de Tenista, armado con dos discman conectados a un mixer. Sonidos que por momentos se asemejaban al sacrificio de un cerdo mediante el uso de un cuchillo tramontina, o porque no al estruendo que genera un renault 12 cayendo salvajemente por la ladera de una montaña, fueron el cóctel del (muy)breve show de un inclasificable tenista.

Marmol R en cambio, ató sus botines, subió sus medias, ajustó sus vendas, y salió con los tapones de punta. A la formación que conforman Rulo, el "Mani Mounfield del sur": el bocon, el también viva elastico Juan del Val, y las recientes incorporaciones del joven maravilla Federico Saint Esteben y el colo, también miembro de los lomenses Temper. Si uno ya presenció recitales de Marmol R, a hacer borrón y cuenta nueva, esto es algo completamente distinto, una nueva dimensión espiritual y sonora. De los dichos que, en el pasado, quedaban en promesas, a una nueva formación que demuele hoteles con la potencia de un bulldozer.

La música tiene varios capítulos inexplicables, y uno de ellos es el capítulo que reza "¿Por qué Marmol R no es la banda mas grande de Argentina?". El interrogante puede sonar exagerado, y tal vez lo sea, pero también es cierto que el circuito (lo cual incluye al resto de las bandas, como así también al público, promotores, y otros que intervienen en la linea de producción del sonido independiente local) les debe un reconocimiento que, el ahora quinteto, tiene más que merecido. Es decir, vamos, los cada vez más apagados Banda de Turistas, han tocado en los principales festivales de sudamérica, presentando una propuesta similar en varios aspectos(Escuchar si no "Que otra función del tiempo", y la hipnotizante "la duda es tu jactancia")a Marmol, pero sin la frescura y desparpajo de éstos últimos, quienes se han limitado a tocar en los festivales que se repiten cada fin de semana en distintos puntos de capital y el conurbano.

Ahora si, volviendo a lo estrictamente musical, Rulo es la encarnación material del hijo que nunca tuvieron, ni tendrán, Jonathan Richman y Shaun Ryder. Sonido mancuniano, sobre el que surfea una voz que remite al ex lider de los modern lovers en un viaje de ácido aderezado con cerveza. La sección rítmica se apoya en las espaldas del "Metrónomo humano" Juan del Val y el bajo permimonioso y a la vez agresivo de un bocón que se sumerge entre el público para ejecutar cada una de las notas que inventan sus falanges. El lugar de guitarra líder es ocupado por el sintetizador de Saint-Esteben, quien es ,en gran parte responsable, del salto cualitativo del conjunto en vivo. La atmósfera se vuelve más densa, los temas se despegan de los lugares comunes y, en consecuencia, asistimos al quiebre en la estructura de una banda que, con el agregado de trompetas, parece tener los elementos indicados para, ahora si, jugar en las grandes ligas. No hay bises, el público pide otra. Pero no hay esa otra. Solo queda la confirmación de que si Marmol R hubiera surgido hace 25 años en Manchester, hoy las enciclopedias ilustradas dedicarían páginas enteras a sus poco agraciados rostros.

Con Soundblazter llega el comienzo del final. La puesta en escena esta más cerca de una instalación de Marta Minujín que del recital promedio. De fondo se proyectan imagenes que irán entremezclandose en el set list con precisión suiza. El sonido que acompaña a éstas imágenes es un componente más en la estructura sonora de Sounblazter, imagen y música sumadas a la actuación en vivo da como resultado lo que tal vez sea el mejor show en el tío bizarro en mucho tiempo. Todo está perfectamente en tiempo, todo parece minuciosamente ensayado. La premisa parece ser "si éste es el último show, que sea por lo menos un buen show". Y es más que eso. Es un manifiesto del underground bonaerense, una declaración de principios que arranca desde el vamos con la fundamental "Via circuito", donde el primer pogo de la noche se enciende como un brasa al grito de "Y vos/vos sos de otro lado/Y yo/yo soy del conurbano". Y los presentes la gritan con pasión genuina, revitalizando el sentido de pertenencia a un lugar donde para la gente de capital es "allá, lejos". Desfilan gemas como "el nuevo amor" y "los olvidados", y la masa humana que colma el reducto de burzaco se mueve como una gran ola, de adelante hacia atras, de izquierda a derecha,y las cervezas y cigarrillos se vuelcan unos sobre otros. Y el desfile de feos que van y vienen hacia el baño no deja de cesar. Pasan también las publicidades zonales sobre tubos de gnc, peluquerías y remiserías de dudosa reputación, que se suceden una tras otra en medio del intervalo que ofrece el set del conjunto platense. Y por un momento uno se olvida de que afuera la temperatura araña los 5 grados y continúa bajando. Y también pasan "legión" y "el kilometro" y uno siente que va llegando todo a su final. Los agradecimientos, los aplausos, y un último bis, y es ahí donde todos vuelven a saltar, a gritar y a abrazarse, para luego fundirse en un aplauso cerrado, al grito de"Y vos/¡vos sos de otro lado!" "Y yo/¡¡ yo soy del conurbano!!"

La música se detiene, la pantalla se funde en negro, los nudos que se enredan en las gargantas, y el silencio eterno antes del último suspiro de vida, para terminar, con grandes letras blancas, inmortalizados en esas tres letras que conforman la más melancólica de todas las palabras:FIN