martes, 31 de mayo de 2011

Ronald Reagan? Ronald Reagan? el actor?

Festipulenta: El tren de la alegría.-



Los jóvenes ávidos de rock independiente tienen en este festival su gran cita. El sábado fue el segundo día de su décima edición, en ese infierno que es el Centro Cultural Zaguán Sur. Un infierno hecho de calor, melodías de diversas bandas --Fantasmagoria, Los Reyes del Falsete, Javi Punga y su Conjunto Musical, La Ola que Quería ser Chau y SUB--, y mucha, pero mucha cerveza.

Por Juan Castiglione
Fotografía gentileza de Festipulenta

Buenos Aires, mayo 31 (Agencia NAN - 2011).- “Bienvenidos al tren, súbanse y disfruten”, brama áridamente Luis, bajista de Javi Punga y su Conjunto Musical. Mientras, da una pitada a su cigarrillo, el cual queda, hasta consumirse, suspendido entre sus labios. Hace sonar su precision bass cual campana de estación, y el sonido comienza a cabalgar como una locomotora diesel alimentada a base de fernet bien cargado. Los afortunados pasajeros de este viaje mágico y (ya no) misterioso fueron los jóvenes ávidos de rock independiente, alcohol y drogas blandas que se aglomeraron, como si fuera un tetris humano, en el Centro Cultural Zaguán Sur, en lo que fue el segundo día de la décima edición del festival “nacional y popular” del under: el Festipulenta.

El festival comenzó pasadas las 22.30 cuando subió al escenario la primera banda de la jornada, SUB. La agrupación de zona sur, al mando de José Noisé en guitarra, es un homenaje al significado más puro y menos peyorativo, del término “indie”. Eternos adolescentes de más de treinta años dibujando sonidos distorsionados, haciendo culto al movimiento alternativo de bandas como Pavement, Yo La Tengo y hasta el shoegaze de los irlandeses My Bloody Valentine y el noise de los inolvidables Jesus and Mary Chain. Son todas influencias que confluyen en el conjunto de Remedios De Escalada, que no pretende cambiar el mapa musical ni mucho menos. Sí revivir por un rato los lejanos noventa --en los que ser underground significaba una declaración de principios y no “La” pose de moda--, a través de temas como “Desaparecer”, “Yo que vos” o “Toco la bata”.

Adolescentes haciendo sus primeras armas en el fino arte del pogo y los excesos alucinógenos, fueron el público destacado en la presentación de La Ola Que Quería Ser Chau (LOQQSC), segunda banda de la noche. A la presencia permanente de Migue en guitarra principal y voz, y Ro Marques en bajo y coros, se suman las recientes incorporaciones del ex Lache Santi Nerone, en segunda guitarra, y Feche, en batería. Éste cambio de formación repercutió en un sonido más pulido, algo que podría definirse como un “caos bajo control”. LOQQSC suena más compacto y efectivo, pero esta prolijidad trae consigo la perdida de cierta frescura pasada. Aún así su combo de canciones pintadas de lo-fi, feedback y delays espaciales, completadas con letras que recorren de manera transversal el imaginario de la generación “Y2K”, como lo es Gokú y el planeta namek a punto de estallar; canciones de amores/desamores como “Gustan de vos todos mis amigos”, “Cariñito”, “Ey bonita!”; y exclamaciones viscerales plasmadas en títulos como “Te voy a matar”, conforman un placebo efectivo para calmar las ansias de rock de una nueva generación de (algunos no tan) pequeños rockeros a ilustrarse.

Los intervalos entre banda y banda cumplen una doble función: una es ir al baño, debido a la ingesta continua de cerveza de alrededor del 90 por ciento de los asistentes, y la otra, tomar un poco de aire sobre la calle Moreno, en pleno corazón de Once. Sentados en el cordón de la vereda, o en cualquier escalón que se encuentre, la mayoría aprovecha para descansar las piernas, charlar de cotidianidades sin tener que gritar para superar los decibeles que escupen los parlantes y, sobre todo, escapar del inferno que es, con su capacidad colmada, Zaguán Sur. “El calor que hace ahí adentro es insoportable”, exclama, a modo de queja, Julieta, que vino desde Quilmes a ver a las bandas. Del sudor al frío glacial de la madrugada de mayo, y unos minutos después, de nuevo a sudar. Así en cada intervalo. En algún lugar del globo, los fabricantes de analgésicos antifebriles sonríen de manera socarrona.

Pero el intervalo termina, y la marea humana se vuelve a estrujar delante del escenario para presenciar el show de Javi Punga y su Conjunto Musical. Al comando del platense Javi Punga, la propuesta del grupo --que también conforma el ya nombrado Luis--, apunta al optimismo, al amor fugaz y no tan fugaz, a las historias que deambulan entre la parsimonia de un sábado por la tarde y la angustia de un domingo por la noche. En el plano instrumental, el sonido forma parte del árbol genealógico de la generación de bandas platenses post-Cromañón, lánguidas guitarras rítmicas, melodías circulares, estribillos coreables y actitud por demás despojada. Todo esto en un set de alrededor de 45 minutos, durante el cual desfilaron temas como “Johnny Imagine”, “Asalto comando”, “Cecilia Brediche”, “Ahora soy vegetariano” y algunos de los temas que conforman su última y triple producción, “El árbol de la vida”.

Pasa Javi Punga y, a las 2 de la mañana, llega finalmente uno de los platos fuertes de la noche: Los Reyes Del falsete. Nicolás y Tomás Corley junto a Juan Cianfagna --mejor conocidos como Nica, Tifa y Juanchy Munchy-- los créditos del nuevo “Adrogué Sound”, repitieron su ya exitosa fórmula de melodías directas, potencia por momentos proto punk, y una prosa bohemia y despreocupada. La legión de seguidores no encontró mayores sorpresas en su repertorio, el cual hace tiempo permanece constante y en el que la oda a la promiscuidad juvenil de “Mi chica”, la ¿apología fumona? de “El gran cohete”, y los mitos urbanos de “Yabrán” ya no sorprenden como antaño. No obstante, permanecen todavía frescos y se han convertido en pequeños clásicos en la efímera carrera del trío. A su vez, la mayor novedad tal vez haya sido la inclusión de temas que suelen quedar generalmente fuera del set list, como “Ida y vuelta (a plaza)” y “El telefonista loco”. Un set, en definitiva, ya habitual, que se vio opacado por un volumen ensordecedor, acoples y desfasajes en el tempo de algunos temas, tal vez producto de éstas deficiencias en el plano sonoro, pero que no opacan la propuesta de los inefables Falsetes.

Y finalmente, llegó la última banda de la noche, Fantasmagoria. Acompañada por la merma de un público que se retiraba ya abatido por el trajín de presenciar las performances de cinco bandas en continuado, la presentación de Gori y los suyos fue, a pesar de esto, la más sólida de la jornada. Repasando temas de su breve pero fructífera discografía, y haciendo hincapié especialmente en su última producción, El río, el cuarteto que conforman Gori en voz y guitarra, Ignacio en batería, Juani en bajo y Volco en teclados y coros se despachó en un set contundente y homogéneo. Todo esto acoplado en un sonido que remite al Marc Bolan de la era pre Tony Visconti, resabios del folk argentino de finales de los sesenta y principio de los setentas, y un formato de canción que, a primera vista, luce apto para todos los paladares. Bises y hasta un cóver de Pappo fueron algunos de los condimentos que aderezaron el plato fuerte de la jornada.

El telón se baja cuando el reloj araña las 4 de la madrugada, y el éxodo se produce en cuestión de segundos. Ya no queda nadie en Zaguán. Ana, que tiene que viajar hasta Belgrano, pregunta “¿sabés por dónde pasa el 151?”. Rocío reformula la pregunta, pero ésta vez, preguntando por el 71. El viaje de Luis, el bajista histriónico, llegó a su final. Pero ahora empieza otro, al módico precio de un peso con veinticinco centavos. Lástima que no sea ni mágico ni misterioso.


Publicado originalmente en:

miércoles, 25 de mayo de 2011

Revolution #9



Haga click para agrandar, idiota.

The antique young Prietto - Casa tres





Noche de lluvia, visperas de un nuevo aniversario de la revolución de Mayo y vos preguntandole al monitor "¿que mierda escucho?"

Opción A: Salí, ¿qué hacés en tu casa?

Opción B: Envuelve tu mente en una nube de dub-folk-psicodélico-mariaelenawalsh-andsomethinglikethat-lofi mientras tus oídos reciben con los brazos abiertos el último disco solista del gigante chiquito Maxi Prietto: The antique young Prietto - casa tres.

Mi top tres (valga la redundancia):

- Verde como en los sueños
- El rey Sapo
- Poderes brujos

Bonus Track:

El resto del disco

Disfrutad con responsabilidad, y bajo la atenta mirada de los señores padres. No olvides cepillarte los dientes después de cada comida, ni de rockear hasta el fin de los días.

jueves, 19 de mayo de 2011

Le Premier Enfant en La cigale.



Foto: Le premier enfant en Blackbird/Temperley.


El duo/trio de zona sur se presentó en la medianoche del Jueves en el local de Microcentro. Sensibilidad pop, arrogancia electrónica y problemas con los bafles de La Cigale.

Por Juan Marco Castiglione

El cronista termina su combo en el burger king y emprende camino hacia La Cigale, ahí, a metros del Luna Park, palacio de los deportes, donde está terminando el recital de John Fogerty. Se ve a los fans del norteamericano subir por corrientes, tal vez en busca de un taxi, de un colectivo, o tal vez buscando un lugar en las cuartetas, quien sabe. Pero el cronista sigue su marcha, y finalmente llega al ¿Resto bar? ¿Pub? ¿Boliche? que le afanó el nombre a su homónimo francés. La fecha luce en un principio, ecléctica: Le premier enfant + muchas nueces + sensacional estreno. Synthpop mas dos bandas que lo mas cerca que estuvieron de un sintetizador fue en alguna vidriera de la calle Talcahuano.

La cerveza en La Cigale es relativamente accesible a comparación de otros lugares en Capital Federal. En la barra atiende un negro que aparenta ser francés, pero más aparenta ser uno de esos personajes secundarios que aparecían en las novelas de John Dos Passos: Una criatura por fuera fascinante, pero que en su vida cotidiana debe ser de un gris ceniza. Si, uno se lo imagina, viendo como sirve la cerveza, viendo como deja que chorrée la espuma al servir el porrón. Si, definitivamente no es como los franceses de las películas. No creo que repita su nombre adelante del espejo.

La cerveza está a medio tomar cuando, pasadas las 12 en punto de la medianoche, comienza el mini set de LPE. A mi lado se encuentra el crédito de Longchamps, Ale Schuster, quien solo exclama elogios para la banda "muy bueno" "muy bien" "muy talentosos". Exclamaciones a las que respondo con una leve afirmación con la cabeza. Federico Saint-Esteben, en teclados y voz ¿principal? se mueve como una cobra encantada. Movimientos suaves, peligrosos. El sintetizador en cambio, si bien conserva un tinte francés, a tono con el lugar, destila rebeldía. Es el mayo francés hecho oscilación digital. No suena como una chanson, suena como un haz de luz rugiendo por las calles de París. La caja de ritmos late como un corazón de acero inoxidable. A su izquierda, Yani Yaniro. Yani toma el bajo del post punk, lo pule, le pasa una franela, y lo aggiorna a los ritmos que comanda la vieja Roland tr-505. Es sofisticado, pero agresivo, como si fuera una obra inédita del infame Baudelaire. Basicamente es eso, un dandi. El bajo cabalga, flota sobre el recinto y envuelve al publico con la potencia de un chaleco de plomo. A la derecha, haciendo su debut en la agrupación se encuentra Andrés Burztyn, en percusiones. Y son sus manos rebotando sobre los bongoes las que hacen que el ritmo industral que expele la máquina de ritmos vire hacía un tropicalia, que adquiera cierto sabor latino. Y se sucede un tema detrás de otro. "No te voy a enseñar a bailar", "Puede cambiar", "Banfield", temas que combinan la sensibilidad del synth pop, con texturas que van desde Victoria Mil hasta los viserales Travesti. El sonido del lugar no ayuda. Los instrumentos acoplan, el sintetizador satura. El público tampoco ayuda ya que la heterogeneidad de la fecha, sumado a que nos encontramos en un día de semana, hacen que la afluencia de publico sea escasa, y que el publico presente este más interesado en las restantes bandas, más afines entre ellas musicalmente, pero alejadas de la vanguardia que ofrece LPE.

Es entonces cuando Saint-Esteben, en el sexto tema anuncia "es el último tema" y, efectivamente, es el último tema. Y la noche para el cronista termina. Porque, si bien tocaban dos bandas mas, uno ya vió lo que quería ver. Vanguardia, rebeldia y synthpop en un combo de no más de 25 minutos.

Prietto Viaja al Cosmos Con Mariano en Plasma




Durante la presentación de su primer vinilo, el dúo devenido trío genera un sonido que sube y baja y vuelve a subir, entrelazando canciones, voces y sensaciones desde un bólido que ruge y deja a su camino una estela luminosa como arco iris.

Por Juan Marco Castiglione
Fotografía gentileza de PVCCM

Buenos Aires, mayo 17 (Agencia NAN, 2011).- En los últimos años hubo un revival del vinilo. Fueron varias las bandas que lanzaron al mercado discos en ese soporte, en sintonía con un público que reivindica su calidad sonora en una era marcada por la compresión y la esterilidad del mp3. El vinilo de Prietto Viaja al Cosmos Con Mariano tuvo su bautismo en la noche del 14 de mayo, en el marco de la fiesta que el sello independiente Echo-Resonance organizó el viernes en lo que es la segunda casa de la banda, el club de cultura Plasma, en el límite de los tangueros San Telmo y Barracas. La velada mágica y misteriosa se completó con las presentaciones del francés Manuel Grotesque y los nativos Los Infantes a modo de preámbulo y calentando el ambiente para lo que estaba por llegar.

El público llenaba el reducto y las cervezas se entrelazaban en brindis y hurras cuando el dúo de Villa Crespo subió al escenario. Ahora bien, si Prietto Viaja Al Cosmos Con Mariano (PVCCM) no es el nombre más literal del rock, pega en el palo. La propuesta del dúo, devenido en trío con el agregado de un sintetizador, es justamente esa: un viaje surcando la galaxia, de la mano de capitanes Betos a bordo de una nave hecha con retazos de sonido lisérgico y envolvente. El trip espacial es el Ethos fundamental de PVCCM. Su set va de arriba hacia abajo y una vez más hacia arriba, como si el cielo fuera una gran montaña rusa: gira, desciende y cuando creemos que pisamos nuevamente tierra firme, la guitarra se envuelve en llamas, la batería hace estremecer los cimientos, y el sonido vuelve a ascender hacia los cielos del rock psicodélico, en un bólido sonoro que ruge y deja a su camino una estela luminosa como arco iris.

Los recitales de PVCCM no siguen el mandato habitual, sus temas no tienen principio ni final, sino que se entrelazan unos con otros, como una larga formación de vagones. Uno detrás del otro, entrelazados mediante puentes instrumentales. Las voces se mezclan con el eco y se disuelven en el infinito. Maxi Prietto comanda las guitarras con wah wah que hacen guiños a aquellos pioneros de la psicodelia, el eterno Jimi Hendrix y el Diamante loco de Syd Barret. El otro tandem instrumental, conformado por la bateria piloteada por el enigmatico y especial Mariano, dirige el pulso y nos excita o nos seda, con furia primal, o un swing por momentos casi jazzero.

Prietto, pequeño pero astuto, Mariano, gigante, demoledor, como si fueran los Asterix y Obelix del rock, le cantan a amores de verano. Pero no con la banalidad con la que supo hacerlo Airbag, si no con la sensación de que ellos, y también nosotros (público), vivimos la misma y fugaz historia. “Fue un verano fatal, con las resacas y borracheras/ y en medio de esta guerra, que era vivir así/ yo me enamoré de vos, yo me enamoré de vos”, reza un Prietto que jamás mira al público. Como un Jack White autóctono, canta casi de espaldas, mirando a Mariano, o a ese cosmos que a cada momento se encuentra más cerca. Y le canta, o mejor dicho le silba, al micrófono, en la dulce y melancólica “Cruzando el parque”. Y las metáforas antagónicas-apocalípticas de “Tu eres quien va” donde aúlla como un lobo: “Tu eres quien va, por agua/ en el pueblo cubierto de fuego”. Mientras, una nube de feedback púrpura se esparce sobre los oídos de la pequeña multitud en trance.

Y llega “el bombero” uno de los temas que integra el vinilo de 12'' a 45rpm, y llega la psicodelia hecha blues, los riffs agresivos de un Prietto devenido en un “Pappo en LSD”, los gritos desgarradores pidiendo fuego. Las almas también se prenden fuego. También se acerca un sintetizador que amenaza como una nevada mortal de Oesterheld. Entonces, de golpe todo baja, todos descendemos, “y ahora nos drogamos con gente que no conocemos”, y nos cantan sobre la tristeza, sobre los niños que se portan mal, sobre vacaciones. Ya pasó más de una hora de recital, y Mariano le pregunta a Prietto “¿ahora que tocamos?”, y el niño Prietto le responde: “Avenida Corrientes”.

Entonces llega Avenida Corrientes, ese himno a la soledad, a la avenida que nunca duerme. Uno puede sentirlo, puede sentir la madrugada en Corrientes, las madrugadas de sábado, la mugre y la furia. Se siente cuando Prietto canta con resignación redentora: “Caminando por Corrientes, los tontos se mordían los dientes, y yo, en soledad, fui a buscar dolor/ solo encontré a la felicidad de ser tan necio, de no estar sobrio/ de olvidar/ de recordar si me había olvidado a no extrañar”, coronado con esa declaración de principios urgente y desoladora envuelta en un último lamento donde el absurdo “es que uno, es uno, y ya”.

Desde allí, el recital termina. Termina con la sensación de estar presenciando un nuevo amanecer...aunque sean las 3 de la madrugada. Se sienten los rayos del alba iluminando el lugar, pero no es el alba, son Prietto y Mariano, que volvieron al planeta, en su nave incandescente, recién llegada del firmamento.




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